Culturas Indígenas prehispánicas de Colombia[1].
Durante el siglo XVI se dieron los primeros encuentros entre la población nativa del territorio colombiano y los españoles. Pero desde tiempos remotos, cinco mil años A.C., aproximadamente, en el territorio que en la actualidad conocemos con el nombre de República de Colombia, al igual que en todo el continente americano, habitaban varias culturas precolombinas que desarrollaron formas de organización social, política y económica. Con la llegada y el sometimiento por parte de los colonizadores españoles la gran mayoría de estas culturas desapareció, dejándonos solo muestras arqueológicas de su grandeza.
Estas culturas,
que a su vez estaban conformadas por varias tribus y etnias, recibieron los nombres
de: Calima, Malagana, Muisca, Quimbaya,
San Agustín, Tairona, Tierradentro y Tumaco y se establecieron a lo largo
del territorio colombiano como lo muestra el siguiente mapa:
Fuente:
wikipedia.org
La mayoría de estos grupos se dedicaba a la
elaboración de piezas en oro, técnica que se conoce con el nombre de orfebrería.
La cercanía con los ríos permitió la extracción
de grandes cantidades del mineral, lo cual, llamó la atención de los
colonizadores, años después la
abundancia de oro se convirtió en motivo de despojo y esclavitud para los
nativos.
De igual forma,
estas culturas se dedicaron a la elaboración de vasijas en barro y diferentes manufacturas como los collares de
cuarzo, cestería y trajes en algodón, el intercambio comercial se basaba en el
trueque de esmeraldas, sal y oro.
Vasijas
de barro elaboradas por la cultura Calima y Quimbaya.
Fotos extraídas de la página web del
Museo del Oro - Banco de la República de Colombia.
Sumado al trabajo orfebre y alfarero estas comunidades
indígenas se dedicaron a la recolección de frutos silvestres, la pesca y la
cacería, combinadas con el desarrollo de la agricultura basada en el cultivo de
maíz, este fue considerado “el grano más importante del nuevo mundo”[2] del cual elaboraban la chicha, bebida de maíz
fermentado que acompañaba las fiestas y ceremonias rituales.
Los agricultores tuvieron grandes conocimientos sobre
los ciclos de
la lluvia, los cambios de la luna y el cuidado de los cultivos. Además del maíz se cultivaba yuca, frijol,
ñame, aguacate, cacao y tabaco, el cual se usaba como medicina y para efectos
rituales.[3]
En el momento de la ocupación
española, los colonizadores no solo encontraron un territorio rico en recursos
naturales, también descubrieron formas de gobierno donde existía un poder
señorial, reyes y señores gobernaban el territorio. Estas
organizaciones políticas recibieron el nombre de cacicazgos, los cuales eran unidades
políticas independientes que abarcaban varias aldeas o comunidades bajo el
control permanente de un jefe supremo.[4] Se caracterizaron por incluir varios grupos humanos que compartían
la misma lengua y costumbres, sus miembros ocupaban diferentes rangos: el
cacique y su parentela, un grupo de caciques menores, chamanes o sacerdotes,
guerreros, el común de las gentes, artesanos, comerciantes y, por último, los
esclavos, quienes eran prisioneros de guerra.
Así mismo, tenían un
conjunto de creencias y tradiciones religiosas. Ellos ofrecían rituales y
ceremonias a sus dioses, en su honor hacían sacrificios, creían en la vida
después de la muerte, las tumbas y las ceremonias de enterramiento estaban
siempre acompañadas de oro, como elemento simbólico y ritual.
El hecho
de que se encuentren datos sobre piezas de oro figuradas en animales nos indica
también una integración entre el espíritu y la naturaleza: una forma totémica de asumir la relación con el
oro. Su carácter ritual se evidencia tanto en los ayunos que practicaban antes
de explotarlo, como en la forma como enterraban a sus muertos y los asociaban
con los astros. Por ejemplo, los del Occidente Colombiano enterraban a sus
caciques mirando hacia el nacimiento del sol[5].
Gracias a la cantidad de oro que
existía, éste llegó a ser muy importante y era utilizado como adorno personal
(orejeras, pectorales, chagualas, peines, diademas, narigueras, etc) para
vasijas e imágenes rituales que se usaban en las ceremonias religiosas y en los
enterramientos. De otro lado, servía
como producto de intercambio comercial con otros pueblos, aquellos que no
disponían del mineral lo conseguían intercambiándolo por carne, pescado,
algodón, mujeres y esclavos capturados en las guerras territoriales.
Finalmente el oro tenía que ver
con la organización política. En los grandes centros de poder era ofrecido como
tributo a los caciques. Los españoles, por el contrario, lo consideraron fuente
de riqueza y poder, esta ambición los motivó a saquear y despojar las
sepulturas y templos, lugares sagrados para las tribus.
Piezas de oro de
uso ritual. Fotos extraídas de la página web del Museo del Oro. Banco
de la República de Colombia.
Los indígenas también
tenían un avanzado conocimiento de las propiedades medicinales de las plantas
para curar heridas y sanar enfermedades. Además reforzaban su propio espíritu
alrededor de creencias y prácticas que los conectaban con la naturaleza. Aquí
el Chamán, es decir, el médico tradicional y sacerdote, ejercía un rol
trascendental, ya que además de aliviar físicamente las dolencias de la comunidad,
llenaba los vacíos espirituales, pues para ellos una enfermedad significaba un
desequilibrio en la conexión mente-cuerpo-espíritu[6].
Los conocimientos sobre el uso de
plantas hicieron que la población indígena fuera encasillada por los recién llegados
españoles, en la categoría de “hechiceros”. Lo cierto es que su profundo
respeto por la tierra daba como resultado un permanente equilibrio con la
naturaleza que daba la vida, existía un conocimiento sobre ella, las creencias
religiosas fortalecían ese sentido de
respeto y adecuación con el medio natural.
En nuestro país aún se conservan
algunas regiones arqueológicas que fueron habitadas por estas sociedades
precolombinas, ente ellas la Tayrona, Guane, Muisca, San Agustín, Tumaco,
Quimbaya, Sinú, Tierradentro y Nariño. estas son las zonas más estudiadas por
los arqueólogos, quienes han ubicado evidencias o restos arqueológicos de
aldeas y comunidades, así como de residencias y entierros funerarios.
Parque arqueológico de San
Agustín, Departamento Huila.
Hallazgos
arqueológicos en Tierradentro departamento del
Cauca.
[1]
Texto elaborado por Diana Uribe
Betancur. Historiadora Universidad de Antioquia. Medellín, Antioquia, Colombia.
2015.
[2] Caldas, Francisco José. Obras Completas. Universidad Nacional de
Colombia. Bogotá. 1966. p. 342.
[3] Álvarez Morales, Víctor. Sobre
la historia regional, los pueblos Indígenas. Medellín: Universidad
de Antioquia- Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, 2000. p. 21.
[4]
REICHEL- DOLMATOFF,
Gerardo. “La etapa de los cacicazgos”. En: Arqueología de Colombia un texto
introductorio. Bogotá: Banco de la República- Biblioteca Virtual Luis Ángel
Arango. [En línea]: http://www.
banrepcultural.org/blaavirtual/arqueologia/arqueolo/cap7.1.htm.
[5]
JIMÉNEZ MENESES,
Orián; GUTIÉRREZ, Flores, Juan Felipe; LONDOÑO, José Guillermo; SALAZAR, Carlos
Alejandro. Configuración regional del Occidente medio de Antioquia siglos
xvi-xviii. Medellín: Corantioquia- Universidad Nacional de Colombia. 2001.
p. 14.
[6]
“Nociones sobre usos
y costumbres de los Catíos del occidente de Antioquia”. En: Journal de la
Société des Américanistes, tomo 21, n.° 1. París: 1929. p. 91. [En línea]: http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/
jsa_0037-9174_1929_num_21_1_3658.
bueno
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