martes, 4 de agosto de 2015

Culturas Indígenas prehispánicas de Colombia // Texto elaborado por Diana Uribe Betancur. Historiadora Universidad de Antioquia. Medellín, Antioquia, Colombia. 2015

Culturas Indígenas prehispánicas de Colombia[1].


Durante el siglo XVI se dieron los primeros en­cuentros entre la población nativa del territorio colombiano y los españoles. Pero desde tiempos remo­tos, cinco mil años A.C., aproximadamente, en el territorio que en la actualidad conocemos con el nombre de República de Colombia, al igual que en todo el continente americano, habitaban varias culturas precolombinas que desarrollaron formas de organización social, política y económica. Con la llegada y el sometimiento por parte de los colonizadores españoles la gran mayoría de estas culturas desapareció, dejándonos solo muestras arqueológicas de su grandeza.
Estas culturas, que a su vez estaban conformadas por varias tribus y etnias, recibieron los nombres de: Calima, Malagana, Muisca, Quimbaya, San Agustín, Tairona, Tierradentro y Tumaco y se establecieron a lo largo del territorio colombiano como lo muestra el siguiente mapa:






Fuente: wikipedia.org
La mayoría de estos grupos se dedicaba a la elaboración de piezas en oro, técnica que se conoce con el nombre de orfebrería. La cercanía con los ríos permitió la extracción de grandes cantidades del mineral, lo cual, llamó la atención de los colonizadores,  años después la abundancia de oro se convirtió en motivo de despojo y esclavitud para los nativos.

De igual forma, estas culturas se dedicaron a la elaboración de vasijas en barro  y diferentes manufacturas como los collares de cuarzo, cestería y trajes en algodón, el intercambio comercial se basaba en el trueque de esmeraldas, sal y oro.    

Vasijas de barro elaboradas por la cultura Calima y Quimbaya. Fotos extraídas de la página web del Museo del Oro - Banco de la República de Colombia.


Sumado al trabajo orfebre y alfarero estas comunidades indígenas se dedicaron a la recolección de frutos silvestres, la pesca y la cacería, combinadas con el desarrollo de la agricultura basada en el cultivo de maíz, este fue considerado “el grano más importante del nuevo mundo”[2] del cual elaboraban la chicha, bebida de maíz fermentado que acompañaba las fiestas y ceremonias rituales.



Los agricultores tuvieron grandes conocimientos sobre los ciclos de la lluvia, los cambios de la luna y el cuidado de los cultivos.  Además del maíz se cultivaba yuca, frijol, ñame, aguacate, cacao y tabaco, el cual se usaba como medicina y para efectos rituales.[3]
En el momento de la ocupación española, los colonizadores no solo encontraron un territorio rico en recursos naturales, también descubrieron formas de gobierno donde existía un poder señorial, reyes y señores gobernaban el territorio. Estas organizaciones políticas recibieron el nombre de  cacicazgos, los cuales eran unidades políticas independientes que abarcaban varias aldeas o comunidades bajo el control permanente de un jefe supremo.[4] Se caracterizaron por incluir varios grupos humanos que compartían la misma lengua y costumbres, sus miembros ocupaban diferentes rangos: el cacique y su parentela, un grupo de caciques menores, chamanes o sacerdotes, guerreros, el común de las gentes, artesanos, comerciantes y, por último, los esclavos, quienes eran prisioneros de guerra.
Así mismo, tenían un conjunto de creencias y tradiciones religiosas. Ellos ofrecían rituales y ceremonias a sus dioses, en su honor hacían sacrificios, creían en la vida después de la muerte, las tumbas y las ceremonias de enterramiento estaban siempre acompañadas de oro, como elemento simbólico y ritual.
El hecho de que se encuentren datos sobre piezas de oro figuradas en animales nos indica también una integración entre el espíritu y la naturaleza: una forma totémica  de asumir la relación con el oro. Su carácter ritual se evidencia tanto en los ayunos que practicaban antes de explotarlo, como en la forma como enterraban a sus muertos y los asociaban con los astros. Por ejemplo, los del Occidente Colombiano enterraban a sus caciques mirando hacia el nacimiento del sol[5].

Gracias a la cantidad de oro que existía, éste llegó a ser muy importante y era utilizado como adorno personal (orejeras, pectorales, chagualas, peines, diademas, narigueras, etc) para vasijas e imágenes rituales que se usaban en las ceremonias religiosas y en los enterramientos.  De otro lado, servía como producto de intercambio comercial con otros pueblos, aquellos que no disponían del mineral lo conseguían intercambiándolo por carne, pescado, algodón, mujeres y esclavos capturados en las guerras territoriales.
Finalmente el oro tenía que ver con la organización política. En los grandes centros de poder era ofrecido como tributo a los caciques. Los españoles, por el contrario, lo consideraron fuente de riqueza y poder, esta ambición los motivó a saquear y despojar las sepulturas y templos, lugares sagrados para las tribus.



Piezas de oro de uso ritual. Fotos extraídas de la página web del Museo del Oro. Banco de la República de Colombia.
Los indígenas también tenían un avanzado conocimiento de las propiedades medicinales de las plantas para curar heridas y sanar enfermedades. Además reforzaban su propio espíritu alrededor de creencias y prácticas que los conectaban con la naturaleza. Aquí el Chamán, es decir, el médico tradicional y sacerdote, ejercía un rol trascendental, ya que además de aliviar físicamente las dolencias de la comunidad, llenaba los vacíos espirituales, pues para ellos una enfermedad significaba un desequilibrio en la conexión mente-cuerpo-espíritu[6].
Los conocimientos sobre el uso de plantas hicieron que la población indígena fuera encasillada por los recién llegados españoles, en la categoría de “hechiceros”. Lo cierto es que su profundo respeto por la tierra daba como resultado un permanente equilibrio con la naturaleza que daba la vida, existía un conocimiento sobre ella, las creencias religiosas  fortalecían ese sentido de respeto y adecuación con el medio natural.
En nuestro país aún se conservan algunas regiones arqueológicas que fueron habitadas por estas sociedades precolombinas, ente ellas la Tayrona, Guane, Muisca, San Agustín, Tumaco, Quimbaya, Sinú, Tierradentro y Nariño. estas son las zonas más estudiadas por los arqueólogos, quienes han ubicado evidencias o restos arqueológicos de aldeas y comunidades, así como de residencias y entierros funerarios.


Parque arqueológico de San Agustín,  Departamento  Huila.

Ruinas de la “Ciudad Perdida” en la Sierra Nevada de Santa Marta

Aldeas pertenecientes a la comunidad Tayrona, en la Sierra Nevada de Santa Marta.


Hallazgos arqueológicos en Tierradentro departamento del  Cauca. 


[1] Texto elaborado por Diana Uribe Betancur. Historiadora Universidad de Antioquia. Medellín, Antioquia, Colombia. 2015.
[2] Caldas, Francisco José. Obras Completas. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 1966. p. 342.
[3] Álvarez Morales, Víctor. Sobre la historia regional, los pueblos Indígenas. Medellín: Universidad de Antioquia- Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, 2000. p. 21.  
[4] REICHEL- DOLMATOFF, Gerardo. “La etapa de los cacicazgos”. En: Arqueología de Colombia un texto introductorio. Bogotá: Banco de la República- Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango. [En línea]: http://www. banrepcultural.org/blaavirtual/arqueologia/arqueolo/cap7.1.htm.
[5] JIMÉNEZ MENESES, Orián; GUTIÉRREZ, Flores, Juan Felipe; LONDOÑO, José Guillermo; SALAZAR, Carlos Alejandro. Configuración regional del Occidente medio de Antioquia siglos xvi-xviii. Medellín: Corantioquia- Universidad Nacional de Colombia. 2001. p. 14.  
[6] “Nociones sobre usos y costumbres de los Catíos del occidente de Antioquia”. En: Journal de la Société des Américanistes, tomo 21, n.° 1. París: 1929. p. 91. [En línea]: http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/ jsa_0037-9174_1929_num_21_1_3658.  

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